El método de inversión "value"



Inversión y especulación. En la actualidad existe una gran confusión entre dos conceptos parecidos pero radicalmente distintos desde nuestro punto de vista: la inversión y la especulación. Entendemos que para invertir debe existir una cierta seguridad del principal invertido y una expectativa de retorno razonable. Al especular nos olvidamos de la seguridad del capital y esperamos obtener la máxima rentabilidad posible, confiando nuestro ahorro a la suerte.

En inversor inteligente debe invertir, no especular; debe comprar acciones que ofrezcan una cierta seguridad del principal. La cuestión entonces es ¿Cómo conseguimos esa seguridad (nunca garantía, porque el futuro es incierto y nunca tendremos garantía de nada) del principal y un retorno razonable? La respuesta es aparentemente sencilla: comprando barato. Comprando cosas que valen más de lo que pagamos por ellas.

La idea de comprar barato puede parecer una perogrullada. ¿Quien quiere comprar caro? Sin embargo, a pesar del aparente sinsentido, en el mercado de valores se da la paradoja de que la mayor parte de la gente invierte o especula centrándose en las expectativas de futuro, en las promesas de crecimiento de las compañías, en las modas y en las posibilidades de mejora que, aunque no se han puesto de manifiesto todavía en forma de beneficio, resultan previsibles. Al centrar sus esfuerzos en descubrir las empresas más prometedoras el inversor se olvida del precio que está pagando por éstas y acaba cometiendo el terrible error de pagar de más.

Para comprar barato, el inversor debe enfrentarse a una dificultad psicológica añadida. Todos en nuestras vidas queremos cosas buenas. Queremos el mejor marido para nuestras hijas, una casa buena y servicios de calidad. Nadie en su sano juicio pensaría "voy a comprar la casa de mi familia en un barrio marginal donde la delincuencia sea alta" salvo que no pueda permitirse otra cosa. Pero esta forma de pensar, que sería alocada para la vida diaria, es correcta a la hora de detectar las buenas inversiones. Las mejores oportunidades de inversión están a menudo en industrias o compañías afectadas por problemas que el mercado considera insalvables, en aquellos sectores en los que nadie compra y no se ha invertido durante años, y no en los sectores que están de moda y son más prometedores.

Centrarse en los hechos. Por eso el inversor debe tomar sus decisiones basándose exclusivamente en los datos reales sobre acontecimientos pasados que sean contrastables, olvidando las perspectivas de futuro. En consecuencia, creemos que el método óptimo para seleccionar las inversiones consiste en obtener datos reales sobre los beneficios obtenidos por la compañía en los últimos 5 o 10 años y compararlos con su valor de mercado. Si esos beneficios pueden comprarse por poco dinero entonces se hará una inversión saludable y por el contrario, si los beneficios históricos se compran pagando un múltiplo elevado, entonces deberá evitarse la inversión. El inversor debe analizar también el balance de situación, pues en ocasiones puede comprobarse que una empresa vale mucho menos que los activos que tiene, restando sus deudas. Ahí suele haber buenas oportunidades.

El problema de la volatilidad. El método que proponemos parece sencillo y desde el punto de vista del análisis que hay que hacer, realmente lo es. No resulta difícil darse cuenta de que una empresa que capitaliza 100, tiene 80 en caja y genera 10 al año es una buena oportunidad. Sin embargo, una vez hecha la inversión los precios, inevitablemente, fluctuarán. Y mucho. No importa que las acciones estén baratas; el mercado hará que lo estén mucho más. Y ahí es donde el proceso de inversión se complica, porque una vez hecha la compra, pocos inversores son capaces de resistir caídas significativas del 30%, 40% o del 50%. La mayoría se asusta y empieza a pensar que "en algo me he equivocado" y acaba vendiendo a precios extremadamente bajos. El buen inversor debe mostrar una enorme fortaleza de carácter y confiar en sus decisiones, porque el mercado, en el corto plazo es una máquina de votar, pero en el largo plazo es una máquina de pesar, y acaba reconociendo el valor real de las cosas. Para el inversor que está convencido de sus decisiones la fluctuación de precios es una excelente oportunidad para comprar más barato, pero para el inversor medio, la volatilidad es el enemigo que genera las mayores pérdidas.
De esta afirmación se deduce una conclusión importante: si vas a estar invertido en el largo plazo, haga sol o llueva, es imperativo que evites las situaciones en las que el mercado puede llegar a echarte, a obligarte a vender contra tu voluntad, como cuando se compran sociedades muy apalancadas o se asume deuda o cuando se invierte a través de instrumentos que tienen una fecha de caducidad corta (opciones con plazos de vencimiento cortos).

El problema de la impaciencia. Una vez seleccionadas las inversiones hay que ser consciente de que tardarán mucho tiempo en madurar. Un agricultor no planta la semilla y va todas las mañanas a ver si ya ha dado fruto. Un empresario no lanza un proyecto y espera venderlo al día siguiente. Un inversor tampoco debería esperar retornos altos en el corto plazo, principalmente porque el mercado solo reconoce el valor real de las inversiones en un plazo medio que va entre los 3 y los 5 años. En el corto plazo el mercado está ofuscado por infinidad de pequeños detalles sin importancia, pero en el largo plazo la realidad económica de cada empresa se impone. El inversor que se impacienta, probablemente venderá antes de tiempo con pérdidas.

El mayor enemigo está en nosotros mismos. Al estudiar el método de inversión "value" en los párrafos anteriores se pone de manifiesto que no es un método en absoluto complicado y que la mayor dificultad está en mantener la racionalidad a la hora de tomar las decisiones. No dejarse llevar por la emoción de comprar lo que está de moda o lo que tiene las mejores perspectivas ni dejarse llevar por el miedo en los momentos de alta volatilidad. Este es el secreto de la inversión, tan sencillo que cualquiera puede entenderlo y tan complejo que solo un 5% de los inversores es capaz de seguirlo fielmente; a pesar de que históricamente ha demostrado ser el único método que de forma consistente ofrece buenos resultados.